Columnas

Friday, May 18, 2018

Poder de las ideas


Rodobaldo Martínez Pérez
rodo@enet.cu
En la articulación de nuevas estrategias para fortalecer nuestra ideólogia  cubana no solo puede hablarse del número de acciones, sino de su efectividad.
No vale decir cuánto suman desde las políticasdefinidas, sino el número de  acciones logradas, sin retroceso, sino en constante ascenso en función de fortalecer la ideología de la Nación en su pueblo.
La batalla de ideas debe sistematizarse, porque todo acto de  influir en la opinión individual para lograr el aumento en la pública es cuestión de perseverancia e inteligencia de todo el sistema del país.
 Llámese  así  o armas para la batalla;  las mejores maneras para la confrontación ideológica fueron lecciones martianas del siglo XIX.
Uno de los méritos del Apóstol, quien este 19 de mayo llega a los 123 años de caído en combate en los campos de Dos Ríos,  constituye el logro de la unidad de los viejos combatientes de la contienda de 1868, con los llamados “pinos nuevos”  y, para eso, utiliza una labor paciente y perspicaz durante décadas, independientemente de los grandes obstáculos y resistencia hasta de patriotas comprometidos.

  El autor Intelectual del asalto al cuartel Moncada defiende, en la década de 1880, en unos apuntes sobre Centroamérica: “… las ideas, aunque sean buenas, no se imponen ni por la fuerza de las armas, ni por la fuerza del genio. Hay que esperar que hayan penetrado en las muchedumbres”.
A Martí le cupo la virtud de convencer sobre la necesidad de una nueva guerra en Cuba, después de las crecientes desmotivaciones nacidas en diez largos años de lucha sin lograr los objetivos propuestos de liberarnos de España.
 Para persuadir que el independentismo era la única alternativa posible para conseguir la  libertad, con astucia desnuda, a la vez, al autonomismo,  reformismo y  anexionismo, tendencias en contra de la lucha arma.
Resulta una ardua tarea de convencimiento, que tuvo su punto culminante en el comienzo de la denominada  guerra necesaria.
El 10 de abril de 1895, a horas de incorporarse a la manigua mambisa, el Maestro, desde Cabo Haitiano, escribe su famosa frase, en carta dirigida a sus amigos Benjamín Guerra y Gonzalo de Quesada: “De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento”.
Defiende,  en ese momento,  la distribución oportuna  del Manifiesto de Montecristi dentro de la Isla, documento acabado de firmar por el Apóstol y Máximo Gómez,  el cual sintetiza  los principales objetivos de la Revolución, como su plataforma política.
Hasta la redacción de Patria llegaron las precisiones del director, José Martí: “Los puntos principales: capacidad de Cuba para su buen gobierno,-razones de esa capacidad,- incapacidad de España para desenvolver en Cuba capacidades mayores,- decadencia fatal en Cuba y alejamiento de sus destinos, bajo la continuación del dominio español…”.
Tal como lo predijo Antonio Gramsci, marxista italiano, en los años 30 del siglo XX y reitera su mejor discípulo,  Fidel Castro, en varias ocasiones:   “las nuevas guerras se ganarían en el campo intelectual, en la cultura y las ideas”.
 La confrontación ideológica está enconada como nunca y la Revolución cubana, hoy señalada, más que antes, blanco principal de los  ataques del imperio, tiene en el apego de la verdad de su prensa la mejor  fuerza  dentro de ese combate de pensamientos.
En el 2001 el Comandante en Jefe dijo: No existe arma más potente que la convicción profunda y la idea clara de lo que debe hacerse... El mundo será conquistado por las ideas, y no por la fuerza, cuyo poder para sojuzgar y dominar la humanidad será cada vez menor.”
 Como nunca la inteligencia y la habilidad sojuzgan, para decir, como Martí: “…las ideas justas, por sobre todo obstáculo y valla, llegan al logro. Los hombres mismos que la sacan de sus cerebros…, no pueden apagar sus llamas que vuelan  como alas y abrasan (incineran) a quien quiere detenerlas”.
Tanto en la época del Maestro como en la actualidad, es de vital importancia el contenido de lo pensado. La credibilidad  progresa, únicamente, con la fortaleza de lo dicho, aquello que no puede desarmarse apenas se rebate.

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