Columnas

Thursday, April 24, 2014

Cuando García Márquez estuvo en Birán.

Foto de nuestro inolvidable Juan González, fotoreportero del semanario ¡ahora!, uno de los tres colegas de la prensa holguineras presentes en este acontecimiento histórico

Aroldo García Fombellida
 De entre los innumerables privilegios históricos que me ha concedido esta profesión que abrazo desde hace cuatro décadas, guardo varios con especial agradecimiento.
De uno de ellos trata esta historia, apenas conocida, dieciocho años después de ocurrir, porque como noticia fue poco divulgada, al ocurrir paralelo a otro que asumió la connotación mayor.
Nos acercábamos a la mitad de agosto de 1996.
Dos días antes recibí una llamada desde la dirección del Partido en la Provincia urgiendo mi presencia inmediata. Solo me indicaron mantenerme “localizable” pues, junto a un fotógrafo del Periódico “Ahora” , nuestro inolvidable amigo Juan González, debía estar listo para una cobertura especial. Ese mismo día, al atardecer, volvieron a citarme, entonces me entregaron una pequeña grabadora totalmente nueva, varias cajas de casetes, un juego de baterías recargables, y unos cuantos rollos fotográficos, más la indicación de que me fuera a descansar pues “la cobertura” sería a la mañana siguiente , por lo cual sería recogido antes del amanecer, pero sin decirme dónde o qué hecho centraría aquella misión.
Salí de allí entre asustado y perplejo, realmente no era para menos, y conste, por más de una razón. En medio de aquella difícil situación económica de la década de los años noventa, donde “no había nada de nada” me entregaban un grupo de importantes materiales tremendamente escasos que utilizaría formando un equipo de trabajo totalmente atípico, y lo peor, hasta ese momento a ciegas.
Antes de las cinco de la madrugada ya viajábamos en un pequeño micro bus.
Después de saludar, me dirigí a quien deduje sería el Jefe de aquella pequeña expedición, por cierto alguien desconocido hasta ese momento, preguntándole cuál sería el destino. Como respuesta recibí un parco: Ah usted no sabía que vamos para Birán?
Nueve y cincuenta minutos de aquella mañana de mediados de agosto. Solo un momento antes, me llaman y me dicen: …”tu misión es preguntarle, y además grabarle, al Comandante en Jefe todo lo que a tu juicio pueda reconstruir la historia , familiar, social, y material aquí en Birán, y ocuparte de que Juan deje constancia gráfica de todo, hasta el detalle. Recuerda, no puedes despegarte ni un segundo de Fidel, de ustedes depende todo.
Se podrán imaginar ustedes todo lo que pasó por mi mente, sobre todo aquello de que “no puedes despegarte ni un segundo” . Le di a Juanito dos rollos fotográficos indicándole, o más bien retransmitiéndole, lo que me habían orientado un momento antes, y Juan, acostumbrado a las penurias materiales que padecíamos me dice, “tengo que cuidar estos dos rollitos y hacer solamente las fotos imprescindibles”. Recuerdo que lo acerqué a mi cuerpo para que tocara mi chaleco, que en su interior guardaba tantos rollos como no sería capaz Juanito de poder gastar ese día, repitiéndole, “Oye Juan que no pare esa cámara, que no pare”, a lo cual me responde entre eufórico e impresionado…”ay mi madre”.
El primer supuesto martillazo estaba a punto de suceder.
Fidel baja del auto, y yo, cumpliendo la orden, ya estaba casi literalmente “pegado” cuando de pronto, en medio del saludo a los pocos presentes, el Comandante en Jefe casi susurra al decir : “ yo dije que no trajeran periodistas, y aquí ya veo a Aroldo.
Literalmente dicho me enfrié, pero el entonces Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba en Holguín, Jorge Luís Sierra, solo le respondió: …”Si Comandante, pero el no está aquí en funciones periodísticas, viene, como todos, a recoger y guardar la historia”…
La expresión del líder cerró el escalofriante asunto a mi favor…cuando le escuché decir a Fidel : “ ah, está bien”
Enseguida, el intenso e inolvidable recorrido, palmo a palmo, me hizo olvidar el difícil momento.
El portón, el Hotel, el modesto panteón de “los viejos”, la escuela, la casa familiar, la valla, la carnicería, la tienda…y el correo, donde me aguardaba el otro gran impacto de ese día.
Para serles muy sincero, era tal mi concentración en lo que “me tocaba” que realmente ni me había fijado mucho en la presencia de aquel acompañante, uno de los pocos de la comitiva, conversando casi perenne con el líder de la Revolución, y con cualquier otra de las personas presentes, comentando, riendo, o preguntando.
Fue, precisamente ese ingrediente, lo que me privilegió unos minutos después.
El grupo entra en la pequeña oficina de correos, Fidel explica sobre su funcionamiento, se detiene solo un momento, y sale. Quiso la casualidad que me quedara un poco rezagado, lo suficiente como para que ocurriera el hecho que da pie a estas humildes líneas.
De pronto me veo solo junto a nada menos que el mismísimo Gabriel García Márquez, aquel señor de aspecto campechano y nobleza que le salía por los ojos , estaba completamente abstraído delante de la vieja máquina de escribir de conocido fabricante y marca comercial, que fue utilizada muchos años en la pequeña oficina de correos de Birán. Se notaba impresionado de comprobar, el mismo, lo que Fidel le había explicado un instante antes. Junto a el se encontraba quien deduje sería su esposa.
Esa máquina de escribir, casi rudimentaria a la vista, funcionaba a la perfección, y este hombre, una personalidad mundial, me lo dice sonriente, poniéndome su mano izquierda sobre mi hombro derecho, y hablándome como se le habla a un viejo amigo.
Y ocurre que con el golpe en mi hombro casi se me cae la pequeña grabadora, el se da cuenta, y humildemente extiende la otra mano para recibirla y no cayera al suelo el equipo.
Su vista se fija más en mi y viene la pregunta que hoy recuerdo como inmenso tributo al genial escritor, periodista y amigo entrañable de Cuba, y de Fidel…
” te estaba observando en la escuela, preguntándole a Fidel, todo aquello de su infancia, eres un periodista muy hábil, le sacaste varias anécdotas emocionantes a sus recuerdos…chico, te felicito, somos colegas y hermanos”
Instintivamente, creo que los dos al mismo tiempo, extendimos nuestras respectivas diestras para estrecharlas por única vez,
Aquel encuentro con el Gabo pudo durar a lo máximo no más de tres minutos. Lo he mantenido “guardado en la mente” hasta hoy.
Muy pocos lo conocían, pues incluso, llegué a pensar que pudiera parecer una auto lisonja proclamarlo, pero una llamada telefónica casi al amanecer de mi entrañable amigo y profesor de periodismo Rigoberto González Limiñana, Ronny para sus miles de amigos, a quien se lo conté hace dieciocho años, me decidió sacarlo a la luz.
A este humilde obrero de la noticia, le tocó el extraordinario privilegio, en nombre de todos mis coterráneos, merecedores de estrechar la mano franca del Gabo, y de conversar con él, aquel día de agosto de 1996, cuando Fidel viajó al terruño natal en ocasión de su setenta cumpleaños, el mismo día que recibí este regalo hermoso que me dio la vida, y nada menos que en Birán.
Perdonen por no decirlo antes.
Creo que no resultaba necesario.

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