Rodobaldo Martínez Pérez
Las transformaciones en la Cubasocialista, planteados en el VI Congreso
del Partido, difieren al ciento por ciento cuando se pretende hacerle cambios a
la Revolución fuera de ella.
Al leer las diferentes plataformas políticas de los
grupos adversos al proceso actual, la conclusión más exacta sería: ¡Cuánta
ingenuidad! Y no es que se trate de reclamos inanalizables, sino es proyectar
hacerlo divorciados del contexto histórico.
Hablar de este país lleva intrínseco la
condición muy específica de su relación con Estados Unidos y, no es yanqui
manía ni nada por el estilo, es la triste realidad de que nada, nadita, podrá
planificarse frontera adentro sin intereses frontera afuera, y me refiero a ese
todopoderoso espacio a 90 millas del nuestro.
Podía pensarse en una apetencia
iniciada en 1959, pero no, refiero hechos de siglos atrás, porque ya desde
Benjamín Franklin, uno de los padres de ese Norte, se recomendó a Inglaterra, en la época de las Trece Colonias, la toma de la Isla.Para continuar los apetitos geófagos siguió Thomas Jefferson y en 1823 John Quincy Adam, el autor de la fruta madura, según la cual por la cercanía geográfica debíamos caer en manos de los EE.UU.
El Presidente James Monroe, para referirse a la isla, afirmaba que: “Agregar Cuba era lo que necesitaban los Estados Unidos, para que la nación americana alcanzara el mayor grado de interés... Siempre la miré como la adquisición más interesante para nuestro sistema de estado”.
Hasta hoy, ninguna administración
norteamericana ha pensado diferente: Apoderarse de Cuba es una tarea pendiente,
se ha recurrido al sabotaje, la agresión directa, guerra biológica, bloqueo y,
ahora, los deseos de apropiación se intensifican y se exploran otras vías, como
la utilización de fuerzas internas asesoradas desde el exterior o la creación
de grupos mercenarios.
Con ese antecedente, resulta risible
planificar algo para Cuba y aclarar “sin
injerencias externas” o hablar de cambios al lado de soberanía, cómo si eso fuera posible.
No es difícil imaginar, en caso de aceptar
otros partidos dentro de la sociedad, como signo de la democracia soñada por
algunos, cuales competirían con el Partido de la Revolución.
Este país se fragmentaría en mil pedazos y
daríamos a los imperialistas estadounidenses la oportunidad esperada por años
de crear una organización cubana-yanqui, con su apoyo directo entre ellos el
financiero sin límites.
Así mismo ocurre con la oposición dentro
de la Isla. ¿Alguien puede creer que es autóctona? El uso de esas tendencias
opuestas, como forma de ataques, es uno
de sus últimos métodos para destruirnos, para ello, cada uno de sus soldados recibe una cuota de
dinero, de acuerdo con la labor realizada.
Tienen precios formar desorganización, levantar un cartelito,
manifestarse en las calles o propaganda contrarrevolucionaria. Hay quienes se
conforman con que les tiren fotos y sean publicadas, con eso garantizan la
paga.
Desde 2007 EE.UU ha invertido más de 90
millones de dólares, para fomentar la subversión en Cuba y entregado ese
dinero, tanto a mercenarios internos
como a personas en Miami.
Pero, no se imaginen que todos los reclutados tienen como máxima aspiración
derrocar al gobierno, muchos han visto en la “oposición” un lucrativo negocio y
su máximo interés es vivir bien. No pocas reyertas ocurren entre asalariados.
Los propios mercenarios radicados en
Cuba y vinculados a la Oficina de la Sección de Intereses en La Habana han
presentado quejas por que del presupuesto que aprueba el gobierno de los
Estados Unidos muchas veces no le llega el dinero y se queda en manos de la
mafia cubano-americana, radicada Miami, que lo gastan en intereses privados.
Ese ejército al servicio yanqui es
suigéneris, no puede hablarse de actuación por conciencia, sino por
motivaciones monetarias y como dinero es lo que sobra, los hilos seguirán
moviéndose allá y los títeres continuarán bailando acá.
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