Columnas

Saturday, March 30, 2013

Civilización versus cromañón






Rodobaldo Martínez Pérez 
rodo@enet.cu

Considerar el florecimiento de una sociedad por sus tenencias tecnológicas de última generación, ajenas al  grado cultural de sus habitantes es igual que colocar un celular Motorola en manos de un  Cro-Magnon (cromañón).
 Constituye esa  una de las características  negativas incurrida por la modernidad, obviarle el carácter cualitativo al factor humano y,  tener como meta exclusiva,  pertrecharse de adelantos materiales, porque de esa manera muchas ciudades llenas de rascacielos se estremecerían aún por los gritos guturales de sus pobladores, al estilo de civilización versus barbarie.
Por suerte, la construcción de la  sociedad cubana no renuncia a la formación de las personas que en ella intervienen,  e insiste que  debe ir parejo al desarrollo económico, sino se caería en la trampa de un crecimiento guiado por hombres con “taparrabos” e iletrados morales.
Ya  pasó el tiempo de aquella dicotomía: ¿quién educa la escuela o el hogar?  Hay más claridad que lo dejado de hacer por las familias, difícilmente el maestro pueda recuperarlo, porque son los padres los primeros en enseñar.


En la casa se aprende de honestidad, de sacrificio, buen comportamiento, de amor al trabajo, de orden, de limpieza y  cortesía, valores que deben de ir antecedidos por el ejemplo.
  La cotidianidad de hoy requiere de una estructura social sostenida por las virtudes de los cubanos, con acciones humanizante en cada acto, donde los buenos hábitos refuerzan la capacidad de juzgar racionalmente.
No puede subsistirse, cuando se convierte en norma que los hijos irrespeten a los padres, aplicar la fuerza bruta para solucionar un problema, convivir con los robos y mantenernos inermes, permitir las negligencias, romper la propiedad social, ensuciar los parques o la calle, practicar el desacato, hacer caso omiso a las multas, obviar la ley,  incumplir con los tributos, no cuidar el medio ambiente, la descortesía, en fin, ser un ente  inservible socialmente.
Uno de los valores de la reunión convocada por la dirección de la provincia, todos los domingos,  radica en su insistencia de que las familias y la escuela no abandonen su misión de preparar y aporten ciudadanos correctos, porque las indisciplinas, base de muchos  males, nacen por patrones  educativos desacertados.
Si la madre le baja los pantaloncitos al nene, para que orine en plena calle, cuando él crezca, tal vez no considere impúdico miccionar en cualquier parte, menos en el baño;  si se cría en un ambiente desordenado, sin buenos hábitos o costumbres, lo menos que le interesa es tener una apariencia personal adecuada y los lugares donde vive y trabaja limpios. Son quienes arrojan basura en lugares públicos, hacen escándalos, vociferan, maltratan e irrespetan. Verdaderos elefantes en una cristalería.
 Ya lo registraron los clásicos:   “Al modo de ser sigue el modo de obrar”.
El bien que todos quieren para su vida, según Aristóteles y Santo Tomás,  parte de elegir siempre lo correcto, sin doblegarse ante la buena o mala suerte, en defensa de su equilibrio interno emocional y psicológico, porque la realidad misma, no se modifica o deja de ser solo porque se la niegue o se la afirme. Hay que saber encararla.
  Pero,  quienes permanezcan al margen de lo legal, sin practicar las buenas costumbres,  con ceguera de los valores éticos de esta sociedad, tendrá cada vez más limitaciones por alejarse de la responsabilidad y elegir el libertinaje.
En nuestras manos está la civilización de la sociedad.





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